Caminaba tranquilo, saludando amablemente a quienes cruzaban su camino. Sin embargo, la mayoría lo ignoraba o le respondía con frialdad. El desayuno buffet estaba dispuesto con elegancia, frutas frescas, pan recién horneado, jugos naturales y un rincón con platos calientes. Marco tomó una bandeja y se sirvió con calma, sin apuro. Buscó una mesa junto a la ventana, pero antes de sentarse escuchó una voz cortante detrás de él. Disculpe, señor, esa zona está reservada para huéspedes de categoría premium”, dijo Valeria con los brazos cruzados.
Él la miró con gentileza. No vi ningún cartel, pero no hay problema. Puedo sentarme en otro lugar. Le agradecería que se ubicara en la parte central del salón, añadió señalando una mesa junto a la puerta, lejos de la vista al jardín. Marco no discutió, se dirigió a la mesa indicada y se sentó en silencio. Mientras comía observaba todo. El comportamiento de los meseros, la atención al detalle, la actitud con los demás huéspedes. No buscaba privilegios, pero tampoco esperaba ser tratado con desprecio.
Unos minutos después, dos mujeres extranjeras entraron al comedor. Vestían ropa de marca y hablaban en inglés. Valeria corrió a recibirlas, las acompañó a una mesa junto a la ventana, la misma que le había negado a Marco, y les ofreció café personalmente. Su sonrisa era otra, su tono completamente diferente. Marco observó la escena con serenidad, sin emitir juicio. Había visto ese tipo de comportamientos muchas veces. Personas que trataban mejor a quienes aparentaban riqueza, ignorando el valor de la humildad.
Al terminar su desayuno, se acercó a la recepción. Valeria lo vio venir y suspiró con fastidio. ¿En qué puedo ayudarlo? Quisiera saber si el hotel cuenta con algún servicio de transporte hacia el centro, preguntó él con cortesía. Claro, pero solo está disponible para huéspedes con reserva ejecutiva. Como usted hizo checkin sin plan especial, no aplica. ¿Puede tomar un taxi por su cuenta afuera? Entiendo, gracias, respondió sin alterarse. Cuando Marco se dio media vuelta para salir, escuchó a Valeria murmurar con zorna.
viajan sin dinero y luego quieren servicio de lujo. Él fingió no oírla, pero sus palabras le calaron hondo. No por orgullo herido, sino por la tristeza que sentía al ver cómo se trataba a los demás en su propio hotel. Caminó por la ciudad durante horas, observando la arquitectura, la gente, los pequeños negocios. En una plaza, un niño tocaba la guitarra junto a su madre. Se detuvo a escucharlos. les dejó una propina generosa y siguió su camino. En su rostro había una mezcla de nostalgia y reflexión.
Esa noche, al regresar al hotel, notó que en la recepción había cambiado el turno. Un joven llamado Diego, más amable y receptivo, lo saludó con una sonrisa genuina. Buenas noches, señor. ¿Cómo estuvo su día? Tranquilo, muy agradable. Gracias, respondió Marco agradeciendo el gesto. Subió a su habitación, tomó su libreta y anotó. Diego, recepción nocturna, actitud amable. Escucha, Valeria continúa juzgando por la apariencia. Niega servicios sin consultar política real. Apoyó la pluma y suspiró. No se trataba de vengarse, se trataba de entender qué pasaba realmente entre los muros de aquel hotel que había construido con tanto esmero.
Esa noche, al mirar por la ventana, recordó sus inicios cuando viajaba por todo México con su guitarra al hombro y dormía en posadas modestas. Lo que más valoraba entonces no era la calidad del colchón, sino la calidez del trato. Y ahora tenía en sus manos la posibilidad de devolver eso a los demás. Pero primero debía enfrentar la verdad. Su hotel necesitaba un cambio profundo y él, oculto tras una identidad común, estaba dispuesto a descubrir cada rincón de esa realidad.
Era media mañana cuando Marco decidió bajar al jardín del hotel para respirar un poco de aire fresco. Llevaba su cuaderno bajo el brazo y una taza de café en la mano. Sentía que necesitaba escribir, aunque no estuviera componiendo canciones. En esos días, sus palabras eran más de observación que de arte, pero igual de necesarias. Se sentó bajo una pérgola cubierta de bugambilias desde donde podía ver parte del edificio y a algunos empleados en movimiento. Estaba anotando algunas impresiones sobre el ambiente del hotel cuando escuchó un soyoso suave, casi imperceptible, detrás de un seto curioso, se levantó y dio unos pasos hacia el sonido.
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