Cuando la duda se vuelve demasiado grande
Años después, con el apoyo de mi pareja, Julien , decidí investigar más. No buscaba una confrontación, sino una profunda necesidad de comprender. Partimos hacia el lugar donde, según Laurent , me habían acogido de niña.
La emoción fue abrumadora: paredes de ladrillo viejo, el olor a galletas flotando en el aire y una recepcionista amable. Les di mi nombre y fecha de nacimiento, y esperé a que la computadora finalmente me diera algunas respuestas.
Pero en lugar de eso oí:
—No tenemos ningún rastro tuyo aquí.
Una simple frase… y todo mi mundo interior se estremeció. Si no estaba allí, ¿dónde estaba? Y sobre todo… ¿por qué esta versión de los hechos?
La verdad inesperada
De vuelta en casa de Laurent , quise entender. Tras un largo silencio, finalmente me confesó: nunca fui adoptada. Era hija de mi madre, sí, pero no biológicamente suya. Lleno de dolor y rabia, se inventó otra historia, que repitió hasta convertirse en nuestra «realidad».
El shock fue desconcertante, pero en medio de esa tormenta emocional, una cosa quedó clara: esta historia no era un reflejo de mi valor, sino el espejo de una herida que no era mía.
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